Todas las pasiones por algo tienen su origen en alguna parte y conllevan inevitablemente un sentido que nos moviliza. Lo habitual es que también se encarnen en personas que representan un referente avanzado de su expresión. Los que ejercemos este oficio-profesión (Nunca me he detenido a distinguir su diferencia conceptual), al igual que los niños que idolatran al artista y/o futbolista de moda, tenemos voces madres que de alguna forma nos han asombrado y que hemos querido emular. Como en todos los aspectos de la vida llevar a la práctica ese proceso de identificación es un juego que tiene etapas. Primero, quisiéramos ser iguales e intentamos imitar esa voz. Sin embargo, a poco andar, nos damos cuenta que ello no es posible. Las voces, son como la huella digital. No hay dos iguales. Entonces, el verdadero aporte de ese proceso, tiene que ver con la inculcación del gusto, la pasión por el micrófono. Después, buscamos nuestro estilo que imprima un sello. Ahora es innegable que todos adaptamos algunas de las claves que encontramos en esos locutores aventajados.
A parte de las voces nacionales que ya he destacado largamente en esta sección, hay dos locutores extranjeros que merecieron mi admiración. Carlos Montalbán y John Gres. El primero, lo conocí de la manera más inverosímil imaginable y mucho antes de enterarme que era la voz de Marlboro para Latinoamérica y hermano mayor de Ricardo Montalbán (El Señor Roarke de la Isla de la Fantasía). Yo tenía 14 años, vivía en Antofagasta. Un día cualquiera, mi padre saca de su maletín una suerte de cajita con forma de libro muy bien presentada que deja sobre un arrimo del living. Se leía en su tapa Curso de Administración por Objetivos del Doctor George Odiorne, Decano y profesor de Massachusetts University. Para ser franco, el título me pareció aborrecible y no despertó ni mi más mínimo interés. Tampoco entendía mucho a qué se refería el tema y menos aún, quién era el citado Doctor. Luego de un par de días y en uno de esos momentos de perfecto aburrimiento en que el único panorama era mirar por la ventana del décimo piso del Edificio Centenario el revoloteo circular de los Jotes sobre la Plaza Colón al son de la melodía del Mini Big Ben que repicaba cada 15 minutos, tomo en mis manos este extraño libro. Con más atención, descubro que en realidad era un estuche que contenía en su interior seis cassettes. Ante esa latente e innata curiosidad no revelada de los hijos de saber en qué andan sus padres, extraje una de las cintas y le puse play. Con la posibilidad de arrepentirme en los 3 segundos que demora en pasar la cinta líder del comienzo y final de las cintas, se escucha en los parlantes una peculiar voz gruesa y nasal. Mi primera duda fue… qué extraño que este Doctor Odiorne hable tan bien español si la referencia del estuche indica que él es estadounidense. A poco, entro en la cuenta que no es él realmente el que habla e inmediatamente me sorprende la capacidad de interpretación del locutor en cuestión. Entre los papeles adjuntos del estuche, figuraban los nombres del traductor y de la voz. Se trataba de Carlos Montalbán. Me pareció tan convincente y tan simpático el fraseo de este señor, que no pude dejar de oírla. Y aún, no entendiendo casi nada del discurso, en los días sucesivos me escuché los seis cassettes por lado y lado. Al diablo con Odiorne y bienvenido Montalbán. Lo importante no era el qué, si no el cómo. Lamento no tener esas cintas que se perdieron en el tiempo y los cambios de casa. Igualmente lamento que no haya material de Montalbán disponible en la web. En Chile, fue voz de Radios Infinita y La Clave. Sin duda y tal como lo declara el mismo, Iván Loscher, la voz de HBO, se encuentra entre uno de los más fieles seguidores del estilo incomparable del mexicano Carlos Montalbán, quien falleció a comienzos de los noventas.
El recuerdo para un pedazo, pedazo de locutor.